Gestión privada en salud: los datos que incomodan al relato
El debate sobre sanidad pública versus privada se ha vuelto un campo de batalla ideológico que ignora una realidad incómoda: los números no mienten. Mientras políticos y sindicalistas esgrimen consignas, los datos revelan una verdad que pocos quieren admitir.
La sanidad privada no compite con la pública, la complementa. Quienes pagan de su bolsillo por atención privada también financian con sus impuestos el sistema público que no utilizan. Lejos de ser un problema, esta dualidad reduce las listas de espera y mejora la accesibilidad para todos.
Los números no mienten
Cuando analizamos indicadores objetivos como tasa de estancia hospitalaria, errores médicos, infecciones nosocomiales, listas de espera y mortalidad, la gestión privada supera sistemáticamente a la pública. Y lo hace con menor costo por paciente, un detalle nada menor en tiempos de recursos escasos.
Madrid ofrece el ejemplo más claro: tiene la mejor sanidad pública de España según todos los índices, invirtiendo menos por habitante que otras regiones. La clave está en la eficiencia, esa palabra que para algunos suena a herejía neoliberal pero que simplemente significa hacer más con menos.
El caso valenciano: ideología versus resultados
Valencia nos regaló una lección magistral sobre cómo la ideología puede destruir lo que funciona. Los cinco hospitales del Modelo Alcira, gestionados privadamente, encabezaban año tras año los rankings de calidad. Cuando llegó el gobierno socialista, primero ocultó las comparativas y luego revirtió las concesiones. Resultado: mayor costo, peor servicio.
Los sindicatos quedaron contentos, los pacientes no tanto.
La hipocresía del discurso anti-lucro
"Con la salud no se puede ganar dinero", proclaman los mismos que utilizan sanidad privada para sus familias. Es la misma lógica que dice "con la vivienda no se puede ganar dinero" y después se sorprende por la escasez habitacional.
El reciente escándalo del Hospital de Torrejón ilustra esta hipocresía. Más allá de las denuncias por investigar, el mayor "pecado" parece ser que una empresa pretende ganar dinero ofreciendo servicios de salud. Como si el ánimo de lucro fuera incompatible con la calidad asistencial, cuando los datos prueban exactamente lo contrario.
Muface: cuando la realidad se impone
La crisis de Muface expuso la contradicción fundamental del discurso oficial. La ministra española Mónica García intentó eliminar el modelo concertado alegando ineficiencia, pero tuvo que retroceder cuando los propios funcionarios públicos demostraron preferir la atención privada.
Paradoja reveladora: el sector público prefiere la sanidad privada, que además resulta más económica para el Estado.
Lecciones para Uruguay
Nuestro país, con su tradición de pragmatismo y eficiencia, debería tomar nota de estas experiencias. El sistema de salud uruguayo, con su combinación público-privada, ya reconoce implícitamente lo que los datos españoles confirman: la competencia mejora los servicios.
Lo importante de un sistema sanitario es que cure a los ciudadanos de manera eficiente y sostenible. Todo lo demás son debates estériles que solo benefician a burócratas y sindicalistas, nunca a los pacientes.
En un mundo de recursos limitados, elegir ideología por encima de resultados no es progresismo, es irresponsabilidad. Los ciudadanos merecen el mejor sistema posible, no el más políticamente correcto.